Este era uno de los espacios más íntimos y reservados de la vivienda pues allí tenía lugar la procreación de los hijos, desde las relaciones maritales bendecidas por la Iglesia hasta el parto. Es por esta razón, que allí se encontraba la cama matrimonial y la cuna. En la sociedad patriarcal, el hombre era considerado el proveedor y protector de la familia, mientras la mujer, la esposa fiel y responsable de la crianza de los hijos.

La familia tradicional costarricense era numerosa y procrear hijos era una actividad regular que se extendía durante toda la vida sexual activa de la pareja. Era común aquellas familias de más de diez hijos, esto era importante pues tanto hombres como mujeres se incorporaban a las actividades productivas; los hijos eran ayuda para el padre en las labores del campo y las hijas en las labores del hogar.  La vida familiar giraba alrededor de la autoridad patriarcal en donde el padre y la madre ejercían el control y tomaban las decisiones importantes de la casa.